Per aspera ad... ¿Será cierto que la subida por la escalera del cielo ya desde siempre estuvo acompañada de las punzadas en caderas y rodillas? De cualquier modo, la mente y el alma corren menos riesgo de perder el suelo bajo sus pies. En esta escalera cualquiera puede tomarse su tiempo para llevar su cruz (enderezar su espalda) y para, por fin, liberar su mirada sobre el ondeante mar de tejados que se derraman por toda la extensión del valle...

A la sombra de los viejos cipreses y agaves, cuando el esfuerzo de la subida se va desvaneciendo, la serenidad de las vistas satisface al observador con un delicado sentimiento de felicidad.

Y en el interior de la fortaleza puede, al estilo de un moderno caballero del Grial, lejos de la opresión de la rutina diaria, hundirse en sus sueños.