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Caminos al mar...
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Una cita con tarta de almendras |
Cada vez que Fígaro abandona la isla en dirección norte por tiempo
indeterminado, siente la mirada muda de una pescadora que, en el puerto de
Colònia de Sant Pere mira fijamente y con incansable paciencia el mar
abierto a la espera de su amada
gente. El símbolo de la que espera. Una
situación emblemática que, no por casualidad, hace pensar en el título de
un relato de la autora mallorquina Carme Riera, el poético "Te deix, amor,
la
mar com
a penyora”. |
Fígaro guardó pronto en su corazón el aura estoica de esta escultura sin
nombre. A sus ojos, la determinación humilde de esta sencilla mujer de
pueblo contiene el aliento del Mediterráneo terroso
que lo fascinaba una
y otra vez en las figuras de un tal Pere Pujol, o también en la "Mediterrània"
de Baltasar Porcel
– aquel
tumultuoso viaje a través del tiempo y las
culturas del Mediterráneo. Y a menudo, cuando vuela sobre el Cap
Formentor, experimenta espontáneamente una impresión de incontrolable
nostalgia de su pescadora del puerto de Colònia. |
Esta vez, de vuelta tras los días de una interminable sinfonía en gris,
Fígaro experimentó la punzada de la nostalgia de forma especialmente
fuerte. Y el cielo le sonreía.
La luz del
sur llevó al invitado del norte como volando por encima de la calle
con
los numerosos
almendros
al pie de
Ferrutx
cuyas flores no desean estar cerradas por más tiempo al
preludio
de
los
cálidos rayos
del sol, el mar de tinta azul en el aire seco y claro al alcance de la
mano…
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Finalmente, con relajada expectación, terminó en el paso del puerto, donde,
además de la escultura, lo esperaba ya un trozo de pastel de almendra
recién horneado. La isla había vuelto a apoderarse de él.
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