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Caminos al mar...
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Un
paisaje de dunas –
dejado a la acción de la naturaleza
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hasta donde alcanza la vista: lirios de mar, cardos marinos, barrón,
columbino, correhuela marítima...
Legiones enteras de ayudantes divinos
contra la erosión de la playa y los niveles crecientes de agua. Esta
armada parece realmente mejor equipada contra las consecuencias del cambio
climático que los paseos marítimos, sospechosos de “ecotasas”, de nuestros
días...
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Aquí en
“Sa Canova” se comprueba, por supuesto, el rechazo de la política local a
la urbanización turística como inversión eficaz en el futuro. Porque entre
la urbanización “S’Estanyol” en Colònia de Sant Pere y el “Torrent de na
Borges” se extiende un paisaje, en el que las torres
de señales
marítimas dirigen la huida horizontal de la vista para desviar la
atención al verde compacto de abetos, pinos y enebros. Allí ha surgido un
lugar que reserva para el hombre el solo papel de observador discreto. |
Los
pocos coetáneos que del mismo modo han encontrado el camino hasta aquí
se
pierden
–
extrañados y fascinados por igual
–
en los
casi dos kilómetros de extensa playa, que como una blanca linde une el
parque natural con el mar. Solo con las algas que flotan alrededor y
los perros que corretean sueltos, sorprende el desnudo enamoramiento de
los habitantes de las urbes
–
principalmente del norte de Europa
–, que se han deshecho felizmente de las obligaciones de una carrera
profesional con serviles reglas del vestir, al menos durante un día de
sol. |
Sin
embargo, quien, como Fígaro, se deja atrapar por la magia de este lugar,
volverá, quizás ávido del sabor acerbo de la naturalidad mismo, e
incluso, asumiendo el riesgo de copiar una vez más la huella
–
siempre “Pasos perdidos”
–
que los
“Renés” o los “Michels” han dejado impresa en la memoria literaria de los
europeos...
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