Vivir en Artà - Mallorca 

 

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Excursiones a los alrededores...
    
"Ses Païsses" ante las puertas de Artà
"Talayot" hay por todas partes
Las "Coves d'Artà"
 

 

  Las "Coves d'Artà"

   

Los talayots en "Ses Païsses" y las "Coves d’Artà" están a un tiro de piedra y sin embargo de unos a otras va un mundo: de las tempranas pruebas del arte arquitectónico humano en un soto de encinas ante las puertas de Artà a aquellas obras maestras de la naturaleza escondidas en el interior del “Cap Vermell”, a unos 35 metros sobre el nivel del mar.

   

 

¡Qué imagen tan fascinante! La vista desde la segura altura de los rojos acantilados sobre la extensión del mar que al sol adquiere una tonalidad azul oscura, da alas al espectador y produce el edificante efecto del vuelo de la gaviota en las corrientes ascendentes de los arrecifes...

La magia de estos lugares ha resultado para Fígaro desde siempre irresistible tanto en Dover como en Helgoland, o en Rügen. Pero aquí, sobre la bahía de Canyamel, en cierto modo le parece que esta magia fuese como una artimaña de la Naturaleza para realmente a través de la belleza del lugar desviar la mirada del curioso desde los “Mirabilia” hacia el interior del acantilado.

 

 

Y los secretos de esta montaña son, sin duda alguna, impresionantes. Nos sorprenden en tal manera, que nos quedamos sin palabras. “Laberinto” extravagante, barroco, romántico dicen unos; otros hablan de “infierno” y “paraíso”, de “salón de fiestas” y “catedral”. Siempre arrogantes metáforas para volver lo inaudito en este mundo de lo oculto explicable, comprensible, disponible.

 

 

“Procesos químicos”, tranquilizan por el contrario los científicos. Se necesita, según parece, sólo cal, agua, carbonato de sodio, magnesio... y tiempo, infinitamente mucho tiempo para construir estos escenarios, las grandes y pequeñas mesetas, los telones y las columnas. Continuas gotas construyen la cueva, no un genio o el capricho del caos. Esperemos pues a los espeleólogos y químicos, para decir por fin algo más concreto...

Entretanto nada despierta más la fantasía de Fígaro en este escenario que esta infinita y silenciosa ambición de una naturaleza que parece rehuir los ruidosos ritmos de nuestro tiempo.

 

 

La montaña dará pronto licencia a sus efímeros visitantes para salir. Y en muchos de ellos la deslumbrante luz del día comenzará enseguida a borrar las impresiones de oscuridad: cuando, todavía aturdidos, bajen aquella escalera demasiado grande que un día fue construida en honor de Isabel II.

Fígaro sin embargo volverá tan pronto como, en el caos de sus íntimos sentimientos, vuelva  asentir el anhelo de lo sublime.

 

 

 

 

 

            El Fígaro del Norte 

 

   

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