Vivir en Artà - Mallorca 

 

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En busca de
estelas culturales...
    
 

       

 "Pax Romana" en Mallorca

 

¿Hay algo más sublime que dar rienda suelta a los pensamientos sobre el esplendor y la miseria del poder tranquilamente entre columnas rotas? Las ubicaciones de las excavaciones arqueológicas de las culturas pasadas representan dichos lugares privilegiados de la memoria.

A Fígaro siempre le han parecido fuentes de extraordinarios sentimientos de felicidad, particularmente las del Imperio Romano. Ya sea en Xanten, Pompeya, Vaison-la-Romaine... siempre el mismo idioma familiar de formas: el trazado de las calles en forma de cuadrícula y la planta rectangular de las casas, la armónica visión de conjunto de los espacios públicos o el conmovedor realismo en los retratos de los bustos, precursores sin duda del sentimiento europeo.

 

 

Y también en Mallorca hay un lugar así que invita a la contemplación. Directamente ante a las murallas medievales de Alcúdia, surge desde mediados del siglo XX  un hito histórico con la apariencia de las ruinas de la antigua Pol·lèntia. ¿En qué otro lugar estaría tan al alcance de la mano la romanización de la isla como en esta ciudad fundada en el 70 a.C.?

En efecto, es el único lugar de excavaciones arqueológicas de su clase en toda la isla, lo cual resulta sorprendente en vista de los muchos lugares de la cultura talayótica, así como de la larga presencia de los moros en el discurso de la memoria de la isla. ¿Debería el atractivo de lo particular o amenazante estimular la curiosidad arqueológica más que la demostración de lo esperable: la pertenencia por aquel entonces de esta importante isla del Mediterráneo al mundo romano a la Pax Romana ?

 

 

En uno de esos resplandecientes días de verano mallorquines, Fígaro disfrutó de la tranquilidad proverbial de la isla ante las puertas de la ciudad de Alcùdia, sobre los vestigios de la vida romana: observó durante largo rato, cual testigo mudo pero conmovido, el bullicio de la ciudad antigua (la Portella) y deambuló por el foro antes de detenerse ilusionado en las gradas del teatro romano excavado en la roca.

 

 

Hoy así lo había decidido para sí celebraría el día con un clásico: la Aulularia, la comedia sobre la olla de oro de Plauto. ¿Podía imaginarse en esta atmósfera de sensualidad ociosa algo más divertido que los tejemanejes autodestructivos de un avaro? 

   

 

Cuando en este día regresó finalmente a Artà, en la rotonda de la carretera hacia Alcùdia le sorprendió la réplica de un acueducto romano que nunca antes había notado. Así que sí existía: la memoria pública de la época de los romanos en Mallorca.

  
 

 

 

 

    El Fígaro del Norte 

 

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