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Escenarios de lo
cotidiano... |
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El calor del verano
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- o
ganas de sandía |
No hay duda:
ya se ha puesto en marcha y pronto será la reina de los puestos de los
mercados durante un breve periodo de tiempo. Hablamos de la sandía, con su
aspecto firme y redondo de intensos tonos verdes. Se lo merece, ya que
para Fígaro, la sandía es la quintaesencia del verano mediterráneo, del
sol abrasador y de frescor revitalizante, fuego y agua en uno, una
expresión de la fogosa sensualidad del sur. |
Las
generosas y consistentes esferas quedaron pronto grabadas en su memoria
con esta exótica aura. En Málaga, durante los años sesenta, el estudiante
entró en contacto por vez primera con ese horno de fundición que es el sur
y las veía apiladas formando montañas en esquinas y plazas de la ciudad,
prometiendo refrescante alivio a todos aquellos que pudieran permitirse
invertir algo más que la media peseta que el aguador pedía para poner brevemente la seca garganta
bajo su jarra del barro, que servía agua tibia.
Bienaventurado aquél que en esa paupérrima Andalucía tenía un duro para el
vendedor de melones o sandías. |
Cuando el calor
asfixiante del mediodía convertía las calles en líneas borrosas, los
trabajadores inclinaban aún más su piel tostada tanto en el campo como en
el remate de un tejado buscando en vano alguna sombra. Entonces llegaba
alguno de los escasos descansos y el primer bocado en las carnes rojas y
jugosas de esta fruta divina era impagable. |
Hoy, cuando
los amigos mallorquines se reúnen con Fígaro los días calurosos a la
sombra de su patio chico en Artà, su corazón late con más fuerza cuando el
grupo recuerda con alegría sus travesuras de infancia y juventud
disfrutando relajadamente del cava y la sandía ...
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Dibujo de su vecino Nicolás Casellas |
Cuentan los más
ladinos de ellos cómo los domingos por la mañana en la plaça de Sa Carn, a
un tiro de piedra de su casa, aligeraban a los vendedores de melones de un
par de sus deliciosas frutas amontonadas en la plaza mientras los padres
se dedicaban al aperitivo del domingo después de la misa y las madres llevaban a cabo su
indispensable papel en la cocina. |
Y, como es
natural, no pasa mucho tiempo hasta que surge en la reunión alguna perla
de la literatura erótica del país atraída por el calor del verano y por el
intenso color rojo bajo el acero de la fruta que se abre. Cuando todos
asienten elocuentemente y se refrescan gozando de su sandía, Fígaro piensa
que el valor de la sombra radica en el calor, así como proviene del
recuerdo el calor de la pasión durante la vejez. |
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